El éxito de la propuesta obligó a las autoridades ferroviarias a aumentar las frecuencias hace una semana debido a la alta demanda.
Por Claudio Benites
El primer tren turístico de la provincia de Buenos Aires, que funciona los domingos, se constituyó en todo un éxito al haber transportado desde su primer viaje, el 27 de mayo, casi dos mil pasajeros, lo que obligó a las autoridades ferroviarias a aumentar las frecuencias hace una semana debido a la alta demanda.
Es domingo, la ciudad bonaerense de Mercedes cumple años y el aniversario de su fundación se festeja desde muy temprano. El sol asoma tibio en la mañana y, mientras alrededor de 500 maratonistas recorren las calles mercedinas, la silueta de un tren se vislumbra a lo lejos, anunciada por sonoros bocinazos, mientras “La Trocha” (así llaman a la estación del ferrocarril Belgrano, por su trocha estrecha), se va poblando de rostros que se iluminan ante la llegada de la formación.
Hay una mezcla de nostalgia y asombro en el andén. Nostalgia en los mayores que vieron por última vez un tren de pasajeros hace 30 años. Asombro en los ojos de jóvenes y niños, que nunca vieron una formación por estas vías.
De un extremo al otro, la emoción se palpa en el aire, se percibe en las voces, en los comentarios, en la ansiedad inocultable.
Mario Torres y Diego Sotelo, los dos “guardas” del tren, pertenecientes a Trenes Argentinos Capital Humano, uno de los organismos motores de esta realidad, reparten boletos gratuitos entre los pasajeros.
De pronto la cola se hace extensa y la gente aparece mientras el tren se recuesta sobre el andén.
Las formaciones parten todos los domingos desde la estación de Tapiales, a las 5, para llegar a Mercedes poco antes de las 10, solamente con personal de Trenes y de la Policía Federal a bordo. Y regresan a Tapiales después de las 16, cuando culmina su recorrido entre Mercedes y Tomás Jofré.
Cecilia e Ignacio son una pareja oriunda de Mercedes, que con sus hijos Nicolás de 5, Santino de 8 y Francisco de 2, van a abordar el tren por primera vez. “Nos enteramos por lo que se publicó en Mercedes y decidimos venir hoy para hacer el viaje. Vamos a Jofré, almorzamos ahí y nos volvemos en el tren de las 15:30”, explicó a Télam Cecilia.
Manuel Arévalo es de la cercana Navarro y también viene por primera vez a hacer el viaje. Tiene 66 años y en su memoria guarda aquella época dorada en la que el tren circulaba diariamente con un periplo que lo llevaba entonces desde Buenos Aires a Rosario.
Otro tanto ocurre con Oscar Oliva, de 66 años, que viene por “la emoción” de volver a subirse a un tren “en La Trocha”.
Si bien Mercedes cuenta con otros dos ramales ferroviarios que la atraviesan, el Sarmiento y el San Martín, “La Trocha” es la “debilidad” de los locales.
Mirta tiene 64 años y lleva de las manos a su nietita de 5. Los ojos de la pequeña se beben el tren en toda su dimensión y devuelve una sonrisa tímida cuando le preguntamos si le gusta, mientras tira de su abuela para apurar la subida a la formación.
Leandro escribe un libro sobre trenes. Ha recorrido el país recabando experiencias al respecto. “Me está faltando éste, entre unos pocos más, por eso hoy vine y mi familia me acompaña”.
“Es un loco de los trenes”, dice su esposa María Laura, junto a Corina y Martín.
Sobre la formación, Camila y Natalia, de la Policía Federal, observan el movimiento, cada vez más numeroso, de personas, y vigilan atentamente para evitar cualquier tipo de inconveniente.
A las 10:30, el tren se pone en movimiento y lentamente avanza entre los aplausos de los que quedaron en el andén. A un costado y otro de los rieles, la gente sale a filmar, sacar fotos, los autos saludan con bocinazos y el paso de la formación es ya una fiesta en sí misma.
Al cabo de poco más de 30 minutos, llega a la localidad de Altamira, una población de 300 habitantes ubicada a 10 kilómetros de Mercedes, donde el tiempo parece haberse detenido y el silencio es el común denominador por excelencia.
Allí, el tren se detiene durante unos 20 minutos, para que los pasajeros recorran la renovada estación, algo en lo que mucho tuvo que ver un personaje emblemático de Altamira, el “Vasco” Damián Lacoste, que peleó junto a un grupo de vecinos, para recuperar un predio que había sido usurpado, evitando que, incluso, se lo vendiera por parcelas.
Hoy la imagen es reconfortante. El predio extremadamente cuidado, con un salón para usos culturales y educativos, y el edificio antiguo de la estación que luce como en los años de su mejor esplendor.
Los pasajeros aprovechan para comprar artesanías, dulces caseros, pasteles, tortas fritas y un lemoncello de sabor insuperable.
Veinte minutos más tarde se llega al final del recorrido, en Tomás Jofré, un pueblo de no más de 200 habitantes que los domingos se transforma con la llegada de miles de visitantes, en su mayoría porteños, que abarrotan los 21 restaurantes del lugar para saborear los deliciosos asados y las pastas caseras.
Jorge Galo, uno de los propietarios de uno de los restaurantes, ubicado justo frente a la estación de Jofré, cuenta que para ellos “es un gran acontecimiento la llegada del tren. No por la cantidad de gente que suma, porque en el tren vienen entre 300 y 400 pasajeros y aquí los domingos llegan entre 5 y 7 mil. Pero lo que mueve en sí la llegada del tren, por lo que significa, por la transcendencia, es fundamental. Así que estamos muy contentos, todos los que trabajamos en esto, y lo estamos apoyando de todas las formas que nos es posible”.
Paradójicamente, Tomás Jofré comenzó a “reinventarse” como polo gastronómico cuando el tren dejó de pasar y los pueblos se fueron muriendo. Y hoy, con la vuelta del tren, reciben a cambio un plus para promocionar este lugar que merece ser conocido.
El 90 por ciento de los pasajeros (algunos hacen el recorrido del tren, ida y vuelta en la misma formación, tan solo para “sacarse el gusto” de viajar en tren), aborda el primer horario y, tras almorzar en Jofré y recorrer su feria de artesanías y productos regionales, retornan en el último servicio a las 15:30.
El regreso, en medio del sordo bullicio de los comentarios, es el fiel reflejo de lo que significó para cada uno la experiencia.
“Vamos a volver”, dice Ángel, que no para de alabar las alternativas del viaje, y comenta: “Yo había venido otras veces a comer a Jofré, pero haberlo hecho hoy en tren, es algo inigualable, y encima no tenés que andar pensando dónde estacionar el auto”.
Para Gabriel y Celeste, una pareja también oriunda de Mercedes, la “comodidad” de viajar sin tener el “stress” de tener que “andar con el auto, vale tanto como todo lo que te ofrece el viaje en sí, que es mucho y todo muy bueno. Para repetirlo muchas veces”.
Al igual que en la ida, el retorno muestra una postal que se repite en cada lugar donde hay un tren recuperado: la gente filmando, sacando fotos, saludando.
Automóviles que se detienen a la vera de las vías para observar un “fenómeno” que no debería ser tal.
Télam.